Freud consideraba la profesión docente como una de las tres profesiones imposibles porque el alumno se resiste al saber y a la responsabilidad.
Las competencias específicas son multitud respecto a:
a) Saber ESTAR.
b) Saber HACER.
c) Saber SER.
Mi proyecto como profesor de lengua será principalmente escuchar a los alumnos. Siempre que he explicado algún concepto en alguna asignatura he empezado por escuchar lo que entienden los alumnos por dicho concepto. E intentar que el alumno nunca salga de clase con alguna duda.
La manera que considero más eficaz para un aula actual, es aprender todos de todo y con todos. El maestro no debe pensar que es el que tiene que enseñar a los alumnos y por supuesto, es el que sabe todo y los alumnos no saben nada.
No creo que un buen profesor sea aquel que entre en el aula, explique lo que toca explicar para “poder terminar el libro a tiempo”, y salga del aula sin haber oído una sola pregunta interesante de los alumnos, sin haberles hecho partícipes de esa clase.
En este caso, creo que debemos dar sentido a los conocimientos sobre la lengua poniéndolos en relación con el uso que de ella hacemos y de favorecer la actividad reflexiva enseñando a los alumnos a situarse ante los enunciados y a “mirarlos” como hacen los lingüistas para extraer conclusiones de sus observaciones.
Será necesario no desterrar ninguna metodología, ya que de todas podemos echar mano en determinados momentos en el aula. De esta forma, es más difícil que los alumnos no estén atentos ya que al no saber qué va a ocurrir en la clase ni cómo va a suceder hará que estén más pendientes.
Nuestro papel como profesores de lengua debería ser poder hacer disfrutar a los alumnos la lección que aprenden o lo que interiorizan cada día. Para ello hay que hacerles protagonistas de dicho aprendizaje. Entiendo que para que todo funcione correctamente, tienen que ser ellos maestros de sus propios aprendizajes.
Es decir, el papel del alumno es totalmente activo, participativo, colaborativo, etc, incluso algo muy importante, ayudar a su compañero.
Y en la asignatura de lengua (como en muchas otras), efectivamente pasa esto, gracias a que poseemos una lengua común, podemos explicarnos. Como afirma José Antonio Marina “Cuando alguien nos enseña una lengua, comparte el mapa de signos con el que desciframos el mundo”.
Considero que como profesor, no hay nada más bonito que enseñar y compartir una lengua.
Para finalizar, diré que el alumno necesita un buen dominio del lenguaje (es decir, la competencia lingüística) para poder desenvolverse de manera eficaz, crítica y activa en todas las diferentes situaciones que vivimos diariamente. Y es aquí donde los profesores de lengua tenemos el deber de hacer a los alumnos personas competentes lingüísticamente, proporcionándoles la ayuda necesaria para que pueden desarrollar al máximo sus capacidades lingüísticas atendiendo a las diferentes formas de lenguaje. Y todo esto al tiempo que son felices.
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